sábado, 15 de octubre de 2011

La víctima en el mercado del espectáculo mediático social y político

Análisis crítico de la marcha del TIPNIS desde la marcha
Por: Zergio
Una buena víctima vale más que el oro puro en la sociedad del espectáculo. Los monstruos humanos, los seres espectacularmente deformes (que los nobles coleccionaban y los circos exponían) son probablemente un buen ejemplo del arquetipo de la víctima.

Cristo (carneado) en la cruz es otro buen ejemplo de la misma forma.Los primeros son seres sin estado previo, nacidos víctimas de la naturaleza, del azar genético, de la ira de dios, de la moralidad de la época, o del mal comportamiento de sus padres.

El segundo es un pacífico y algo afeminado hombre, presumiblemente inocente de toda culpa, sometido, azotado, humillado, torturado y expuesto como rancio pedazo de carne sobre una cruz, castigado por el poder del imperio.

En todos los casos el grado de sufrimiento de la víctima y su capacidad para
conmover a los espectadores determinarán su valor en el mercado del espectáculo mediático, social y político. Todo dependerá, entonces, de cuánta sangre y dolor se derramen, en qué forma, y cuánto de todo eso nos salpique.

El lucro del dolor y sociedades que dependen de las víctimas

La forma en que lucran con el dolor las telenovelas es fácilmente observable. La medida en la que el héroe (de las películas de acción) es también una víctima de la situación, es visible en la imagen del rostro de Rocky al final de su primera película (apaleado pero triunfante) o en el rostro de Frodo antes de deshacerse del anillo maldito.

El hecho de que la mayor parte de la comedia que conocemos sea fundada sobre la humillación o agresión a alguien, es otra prueba de lo dependientes que somos de la existencia de víctimas. Las victimas mueven la economía, agitan las fuerzas sociales y dinamizan la política. La doctrina del shock, del lucro a través de la crisis fabrica víctimas sociales y estados sociales de miedo. Una vez expuesta la vulnerabilidad de las posibles o efectivas víctimas, se procede a ejecutar medidas que en otras condiciones no hubieran sido aceptadas. Así con buenas víctimas se dinamiza al mercado, se desatan las fuerzas sociales y se da movimiento a la economía.

Las tácticas clásicas de presión social que conocen nuestros movimientos sociales, como la huelga de hambre, la crucifixión o las marchas extenuantes, están fundadas en cierta forma en el uso de esta economía de las víctimas.

Perfectas víctimas y perfectos criminales

Octubre del 2003, en El Alto, como el 11 de enero en Cochabamba, como la
humillación de campesinos en Sucre, como la masacre del Porvenir, como la
intervención a la marcha indígena por el TIPNIS, son claros ejemplos de cómo
se dinamiza la política gracias a un buen grupo de víctimas.

Cuesta creer, pero, en sus cálculos, algunos esperaban que por lo menos haya un muerto en la intervención a la marcha indígena por el TIPNIS; y en el mejor de los casos deseaban que sea un niño, no, perdón, esperaban que fuese un bebé.

¿Quién se beneficiaría con una ofrenda tan siniestra y pura como la de un bebé indígena muerto por la represión policial? Primero preguntemos: ¿Qué efectos causaría una víctima tan perfecta? La respuesta es obvia: la indignación general e indefinida. La indignación de los marchistas primero, luego la de la sociedad civil sensible, luego la de la sociedad civil contraria al gobierno, luego la de los miembros del gobierno incapaces de mantenerse indiferentes ante el suceso.

La buena víctima criminaliza contundentemente a su agresor. Y la buena víctima desmoraliza (sirve como ejemplo) a quienes podrían correr el mismo riesgo si se exponen, es decir que la perfecta víctima produce miedo, indignación y perfectos criminales a la vez.

Pensemos en los nazis, en Hitler. Pensemos en los judíos, en la imagen que nos han hecho crear de ellos. Su historia servirá todavía por muchos años para asustar a la gente de las posibilidades de un gobierno totalitario, servirá para inspirar indignación por lo sucedido, y servirá para sostener las imágenes del perfecto criminal y de la perfecta víctima. Ante el holocausto, los otros presidentes que sólo matan a unos cuantos no tendrían que parecernos tan siniestros. Ante el vilipendiado pueblo judío cualquier otra víctima no debiera parecernos tan terrible.

Además de lo ya dicho, como un subproducto, la víctima engendra solidaridad,
compasión; pone sensibles, vulnerables, impulsivos y distraídos a los
espectadores; quienes en tales condiciones pierden toda capacidad crítica y
toda capacidad de acción concreta y premeditada.

Ahora volvamos a nuestra primera pregunta, y la desglosemos en varios
cuestionamientos: ¿Quién se beneficia con la criminalización del actual gobierno?, ¿quién se beneficia con la sensibilización y vulnerabilidad de la
sociedad civil?, ¿quién se beneficia con la indignación de la sociedad civil? y ¿quién se beneficia con el miedo de los marchistas, y de los movimientos sociales que se oponen al Estado?

Probablemente la respuesta a las primeras tres preguntas sea la misma, el
principal beneficiario es alguien quien puede intentar realizar un golpe de
Estado camuflado. Pero una respuesta general a las cuatro preguntas podría
ser la siguiente: se beneficiarían los que se disputan el poder estatal, en cierta medida se beneficiarán quienes lo tienen ahora, en cierta medida los que creen poder conseguirlo. No olvidemos que cualquier perfecto criminal puede ser convertido fácilmente en una perfecta víctima. Así los marchistas indígenas pasaron rápidamente de secuestradores violentos (perfectos criminales para justificar una intervención) a ingenuas e inocentes víctimas de un Estado desalmado.

¿Quieren saber quién es capaz de desear, aunque sea, la muerte de un bebé indígena para beneficiarse, y quién es capaz de mover sus influencias para
tratar de conseguirlo? Yo también quiero saberlo. Parte de la responsabilidad la tiene el actual gobierno, parte de la responsabilidad la comparte sin duda la ultra derecha oriental e internacional opositora. Pero quienes ejecutaron realmente ese intento de fabricar una perfecta víctima son personas con capacidad de influencia en la policía, en ministerios del Gobierno, en la dirigencia marchista, en los medios de comunicación, y en las almas de los ingenuos, desprevenidos y sensibles espectadores de este show despreciable.

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